El espejo es una metáfora de la identidad que sirve para definir un "nosotros", normalizador y homogenizador. Sin embargo, el vampiro, no encuentra su reflejo, y a su vez, no le devuelve una imagen reconocible a esos "nosotros", es un extraño, un monstruo, un extranjero... Alguien que no pertenece a nuestro mundo y viene a quitarnos la vida y a contaminar nuestra sangre, y quiénes reciben la sangre del vampiro heredan esa infección, son un linaje de monstruos...
Pero lo monstruoso que vemos en el vampiro, es nuestra propia monstruosidad reflejada, pues muestra maldición es no poder vernos a nosotres mismes. Esa imposibilidad de reflejarse también hace referencia al ocaso de la aristocracia. Del estar en la penumbra de un sistema que no está ni vivo ni muerto. El vampiro es un ser fronterizo, liminal, a veces nos amenaza, otras, nos seduce.